lunes, 5 de enero de 2015

Una historia con comienzo, nudo y final

Amanecer en el archipiélago de San Blas
Era una mañana soleada la del 21 de diciembre, día de la salud en España, día en el que por fin tomaríamos un velero para cruzar de Portobelo (Panamá) a Cartagena (Colombia) pasando por las afamadas Islas San Blas. El nerviosismo se percibía en el ambiente: habíamos necesitado más de 4 días para concretar el viaje con el capitán del barco Flamboyant y la partida se había retrasado en uno más por desidia de éste. Las referencias sobre él eran de tres contra uno: la competencia decía que era un capitán con poca paciencia y lujos para sus clientes, las otras tres personas lo describieron como buen veleador y persona. Los contactos que hasta entonces habíamos tenido con él nos habían agradado; creíamos que el tipo de viaje que haríamos encajaba mejor con nuestra filosofía: aprendizaje, distancia del turismo masivo y simpleza.
Con dificultad transportamos nuestros corceles y pertenencias hasta el velero por el mal estado en el que se encontraba el dinghy (zodiac para acceder al barco) del capitán. El barco nos pareció suficiente para tres aunque a gusto de muchas madres que conocemos hubiera necesitado una buena mano de limpieza. Esto conllevó algún intercambio de opiniones entre Garbi y el capitán.
Aun así, partimos hacia las 2 de la tarde, unas 16 horas después de lo inicialmente acordado y pronto sentimos el fuerte oleaje que nos acompañaría durante la travesía. Garbi fue la primera en sentirse mal, Erik no tardó en acompañarla. De todas formas, ayudamos en lo que nos era posible y conseguíamos descifrar como necesario ya que nuestro capitán cada vez se volvió más hermético, arisco… Contestaba a nuestras preguntas, cuando lo hacía, mirando hacia otro lado, sin alzar la voz, ni vocalizar adecuadamente. Tampoco tuvo el gesto de mostrarnos el baño, el camarote, dónde se prendía la luz… Finalmente optamos por quedarnos primero sentados y luego tumbados en la borda para, según avanzaba la noche, ir acercándonos en diferentes intentos hasta el camarote y sumergirnos allá en un ligero y caluroso sueño.
En distintos momentos nos despertaron extraños ruidos que no acertábamos a interpretar. Generalmente cesaban pronto, al igual que cierta alarma que repetitivamente escuchábamos. La última vez que la oímos tardó varios toques más en cesar. Después de esta alarma, el siguiente ruido que nos despertó, hacia las 3 de la madrugada,  fue el que el fondo del velero generó al chocar contra unas rocas, mismo que hizo que Erik se levantará rápidamente y se encontrara con un capitán dormido y lento en reacciones. Fueron por lo menos dos golpes más los que sentimos hasta que retomó el timón con el que pretendía seguir adelante, hacia la costa. Erik le propuso prender el motor y poner la marcha atrás, para salir de aquella zona. Lo hizo, también bajó las velas, pero por momentos nos encontramos encallados y golpeados por olas que nos hicieron saltar de un lado a otro. Garbi no entendía lo que ocurría: Erik le dijo que saliera a cubierta, donde las olas llegaban a rebasarlos y mojarlos, por si en cualquier momento tuvieran que abandonar el barco. Los libros, almohadas y otros objetos de la cabina salieron volando y pronto se percibió un olor a gas y fuel que, creemos, va a ser difícil olvidar.
Con mucha suerte una ola nos desatoró de la roca donde estábamos encallados y salimos de ese lugar, con poca luz, con un timón roto y un capitán al que no pareció importarle nuestra situación: solo se limitó a contarnos de otros 5 barcos que recientemente habían encallado en esa zona y a preocuparse por el costo de la avería que el incidente dejaría en su barco.
Con mucha tensión superamos las 10 horas restantes hasta una de las islas de San Blas. 



Erik seguía muy mareado, pero cualquier ruido lo hacía levantarse y volver a cubierta donde Garbi le iba diciendo al capitán la dirección que tomaba el Flamboyant y éste introducía su brazo en un agujero para redireccionar el timón.
Unos delfines nadaron durante largos minutos a nuestra vera. Todo iría bien, solo teníamos que salir a tiempo de ese lugar donde pareciera que las decisiones sobre nuestra vida no las tomábamos nosotros, algo que nos resulta casi imposible de aceptar.
Doce horas después de lo planeado echamos el ancla y comunicamos al capitán que no continuaríamos con él esta travesía. Garbi nadó hasta la isla más cercana y pese a los gritos de la esposa Kuna del dueño de la misma, queriéndola echar de su territorio, consiguió hablar con el señor y concretar una lancha que nos transportara a una isla con más servicios (¿hotel, banco, internet?) al día siguiente. A nado y trasportando las cosas en nuestras cabezas, sacamos del Flamboyant lo imprescindible para pasar la noche: en 24 horas de accidentado viaje tan solo habíamos comido algún plátano y bebido un té. En aquella isla donde entendimos el significado de la frase “la cercanía entre el cielo y el infierno” devoramos pan con mantequilla y tomate, así como una exquisita pasta con berza y pasas y lloramos durante unas horas queriendo asimilar lo que había ocurrido. Luego dormimos como lirones hasta que al día siguiente, después de esperar a la lancha mientras contábamos nuestra historia a varios grupos de turistas que llegaban en sus grandes y seguros veleros a ese paradisíaco lugar y disfrutar, sobre todo Erik, de varios bonitos snorkels, una pareja de franceses y su capitán de una manera enormemente generosa nos acogieron en su lujoso catamarán, el Bip-Bip.

De izquierda a derecha: Manu (capitán), Christophe y Remy (clientes) y Erik (2° capitán a bordo)

Y desde allá os estamos contando esta historia. Se supone que éste es el desenlace… Pero, ¿quién sabe? El mar está lleno de imprevistos. Lo que sí os podemos decir, a modo de “y fueron felices y comieron perdices” es que Remy, Christophe y Manu, junto con la perra Lucky, están siendo claves en sanar las heridas, en ofrecernos un espacio seguro y acogedor donde digerir, cerrar y mirar hacia adelante.
Debido a las pocas posibilidades que hay en el propio San Blas por estas fechas navideñas y estas épocas del año de continuar confiablemente hasta Colombia, hemos disfrutado de 6 noches a bordo de este barco: las coincidencias resultan a veces sorprendentes y unos días antes de conocernos la esposa de Manu, quien suele ocuparse de cocinar en los charters que conjuntamente ofrecen, salió de imprevisto a pasar Navidades con su familia. Así, hemos podido devolver un poco de toda su generosidad cocinando para ellos y disfrutando de interesantísimos snorkeles gracias al ojo avizor de Erik.


Día de Nochebuena en la Sandy Island, donde realizamos el mejor snorkel de nuestras vidas
Volvemos hacia Cartí, en Panamá, habiéndonos despedido de Christophe y Remy. Cuidaremos del Bip-Bip y lo pondremos a punto para el próximo grupo de turistas que lo abordará en unos días mientras Manu se abastece en Ciudad de Panamá y vuelve con su esposa. 


Dos hombres Kunas en su cayuco, después de vendernos 15 langostas y 2 txangurros (cangrejos) para la cena de hoy 
Más de una semana después de haber salido de Portobelo, volveremos en nuestras bicis a la capital para hacer un nuevo intento de salir de este país y poner pie en suelo colombiano; esta vez en avión. Pasaremos por fin, del viento en popa al piñón pequeño.




Por fin disfrutamos y aprendimos del veleo entre preciosas islas


Lancha con las dos banderas de los Kunas, una llama la atención, no? Me recuerda a algo...

ENGLISH



A story with a beginning, a complicated knot and the end

On a sunny morning on 21.12.2014, the date of  health in Spain (the most important lottery of the year  takes place and if you do not win, you comforted yourself by saying that you are healthy though not rich) and the day we finally are supposed to leave Portobelo (Panama)on a sailing ship  to Cartagena de los Indios (Colombia). The journey takes us past the famous island of San Blas. We were nervous because it cost us more than four days to make up the travel conditions with the captain of the ship Flamboyant and departure had been moved by his negligence. The recommendations we had was 3: 1. The competition said the captain had little patience and also  little comfort on the boat, while the other three persons presented him as a good sailor and good person. The conversations with him were going well and we felt that   the trip on the Flamboyant would be more to our liking as our idea was to avoid tourism, learn new things and, above all, no luxury.
The dinghy (Zodiac) was not in good shape, so that we had difficulties to transport our bikes and bags on board. The ship seemed big enough for three people, although  for the liking of some  mothers we know,  the cleanliness wasn't too good. Due to this Garbi had a little altercation with the captain. Nevertheless, we were off by about 24 o'clock, 16 hours after the agreed time. Soon we didn't feel well because of the waves. Garbi felt bad the first and Erik followed. Nevertheless, we helped the captain where we could, although he became increasingly taciturn. He answered our questions without  looking at us, without the necessary vocal strength and without a proper language. He  didn't show us  the toilet, nor the bunk and we did not know where we could turn on the light. Finally, we did nothing and sat down. Later we lay on the deck and then after a while found the bunk and there fell into a light sleep. Several times we were awakened by unknown sounds that we could interpret. These sounds as well as an alarm stopped again. After the alarm at 3 o'clock  in the morning we heard the noise of the collision of the ship's bottom with a rock. Erik immediately left the bunk and found the captain asleep. The ship struck at least twice against the rocks without the captain taking the helm to remove the sailboat from the rocks. By Erik's suggestion he started the engine and pulled the sail, so as to come out of the danger zone. But it failed and the ship was hit by the waves back and forth. Garbi did not understand what had happened. Erik told her to come on deck where the waves washed over the ship. He thought it might be necessary to leave the ship. Books, pillows and other objects came flying out of the cabin and soon there was a smell of gasoline.
By good luck a wave loosened the sailboat from the rocks and we were able to move away from the place. There we were with very poor visibility, a broken rudder and a captain whose worry was not about us, but the cost of the repair of the helm. He told us that not long ago five ships had stranded in the same place.
Under the effect of what we had just lived and with some nervousness we survived the next ten hours until we arrived at one of the San Blas Islands. Erik felt still dizzy but at any noise he went on deck where Garbi informed the captain  in which direction the ship had to go. He then stuck his arm in a hole to move the broken rudder.



A couple of dolphins swam for several minutes by our side. Everything will be fine as soon as we could leave  this ship on which we could not determine our lives, which is not easy to accept.
Two hours later we dropped anchor and we told the captain that we were not ready to continue on  the ship. Garbi swam ashore, where she talked  with an Indian to take us to an inhabited island the next day. His wife spoke and shouted in between and wanted Garbi to leave the island. Swimming we brought the essential things from the ship to the island on our heads, to spend the night. During the last 24 hours that had taken the trip, a banana and a tea were the only things we had taken to our mouths.
On the island, where the difference of the term "heaven and hell" became aware to us we devoured butter and tomatoes with bread and a very tasty meal of noodles, cabbage and raisins while we processed the events of the last few hours in tears. Then we slept like marmots until the next morning. We waited for a boat, while we told passing,  tourists  on their big, safe ships our history. Finally, we were invited by a Frenchman on his ship, a luxury catamaran Bip Bip ,,.

Photo 3: From left to right: Manu (captain), Christophe, Remy (tourists) and Erik (second captain on board)

From this ship we are telling the story. We hope we are safe now, but who knows, the sea often brings unexpected situations. What we can confirm, however, is  the end of the story (and if they are not dead, they are still alive today): Remy, Christophe and Manu , along with the dog Lucky, help us very much  to overcome these sad experiences in this  secure environment.
Because of the season, December, and the traffic situation of the islands San Blas, it has not been possible to find another ship that could bring us to Colombia. So we have the opportunity to spend six nights on this ship. It is by chance that Manu's wife, who usually is in charge of the cooking, had left for a few days to visit her family. This allowes us to respond to Manu's generosity  by cooking for everyone and by Erik inviting  the two tourists to snorkeling tours.

Photo 4: Christmas Eve on Sandy Island, where we had the most wonderful snorkeling tour of our lives.

We are back in Corté / Panama after Remy and Christophe have left the boat.. While Manu is in Panama City, to fetch food as well as his wife, we take care of the ship and prepare it for the next guests.

Photo 5: Two Kunas in their boat after they had sold us 15 lobsters and two crabs  for supper.

After more than a week since our departure from Portobelo, we come back to the capital, to once again try to get from Panama to Colombia, this time by plane. We move from "full speed ahead" back to the small gear. But this only after the flight.

Photo 6: Finally we enjoy sailing and learning about it amongst these beautiful islands.

Photo 7: Boat with two Kuna flags. One is quite strange, it reminds us of...


DEUTSCH


Eine Geschichte mit Anfang, Knoten und Ende

An einem sonnigen Morgen am 21.12.2014, der Tag der Gesundheit in Spanien (die wichtigste Lotterie des Jahres wird gespielt und wenn man nicht gewinnt, tröstet man sich damit, daß man gesund ist) und der Tag an dem wir endlich mit einem Segelschiff von Portobelo (Panama) nach Cartagena de los Indios (Kolumbien) reisen sollen. Die Fahrt bringt uns an den berühmten Insel San Blas vorbei. Wir waren nervös, denn wir hatten mehr als vier Tage gebraucht, um mit dem Kapitän des Schiffes Flamboyant die Reisebedingungen auszumachen und die Abreise hatte sich verschoben durch seine Nachlässigkeit. Die Empfehlungen, die wir hatten, waren 3:1. Die Konkurrenz meinte, der Kapitän hatte wenig Geduld und auch wenig Komfort auf dem Segelboot, während die anderen drei Personen ihn als guten Seemann und gute Person darstellten. Die Gespräche mit ihm waren korrekt verlaufen und wir glaubten, daß die Art und Weise der Reise mit der Flamboyant mehr unserer Einstellung entsprach: den Tourismus vermeiden, Neues lernen und vor allen Dingen kein Luxus.
Das Beiboot (Zodiac) ist nicht gut in Schuß, so daß wir Schwierigkeiten haben unsere Räder und Taschen an Bord zu transportieren. Das Schiff scheint uns groß genug für drei Personen, obwohl es sicher für die Begriffe einiger Mütter, die wir kennen, mit der Sauberkeit nicht weit her ist. Auf Grund dessen hat Garbi einen kleinen Wortwechsel mit dem Kapitän. Trotzdem fahren wir um etwa 24 Uhr los, 16 Stunden nach der vereinbarten Zeit. Bald macht uns der Wellengang zu schaffen. Garbi wird als erste schlecht und Erik folgt ihr. Trotzdem helfen wir dem Kapitän wo wir können, obwohl er zunehmend wortkarger wird. Er antwortee auf unsere Fragen, ohne uns anzusehen, ohne die nötige Stimmstärke und ohne eine vernünftige Aussprache. Er zeigt uns auch nicht die Toilette, noch die Koje und wir wissen auch nicht, wo wir das Licht einschalten können. Schließlich tun wir nichts mehr und setzen uns. Später legen wir uns aufs Deck um dann doch noch die Koje zu finden und dort in einen leichten Schlaf zu fallen. Verschiedene Male werden wir durch unbekannte Geräusche geweckt, die wir nicht zu interpretieren wissen. Diese Geräusche wie auch ein Alarm verstummen immer wieder. Nach dem Alarm um 3 Uhr morgens hören wir den Krach des Zusammenstoßes des Schiffsboden mit einem Felsen. Erik läuft sofort aus der Koje und findet den Kapitän schlafend. Das Schiff schlägt wenigstens zwei Mal gegen den Felsen, ohne daß der Kapitän das Ruder ergreift, um das Segelboot vom Felsen zu entfernen. Auf Eriks Vorschlag hin läßt er den Motor an und  zieht die Segel ein, um so aus der Gefahrenzone zu kommen. Aber es gelingt nicht und das Schiff wird durch den Wellengang hin und her gestoßen. Garbi versteht nicht, was geschehen ist. Erik rät ihr an Deck zu kommen wo die Wellen über das Schiff spülen. Erik denkt, daß es vielleicht nötig sein wird, das Schiff zu verlassen. Bücher, Kissen und andere Objekte kommen aus der Kabine geflogen und bald riecht es nach Benzin.
Durch viel Glück löst eine Welle das Segelboot von dem Felsen und wir können uns von dem Ort etwas entfernen bei sehr schlechter Sicht, kaputtem Ruder und einem Kapitän, der sich keine Gedanken um uns macht, sondern uns auch noch erzählt, daß vor nicht langer Zeit fünf Schiffe hier gestrandet waren. Seine ganze Sorge sind die Kosten der Reparatur.
Bei ziemlicher Nervosität überstehen wir die nächsten zehn Stunden, bis wir an eine der San Blas Inseln kommen. Erik ist weiterhin schwindlig aber bei jedem Geräusch  geht er an Deck wo Garbi den Kapitän informiert in welche Richtung das Schiff fährt. Er steckt dann den Arm in ein Loch, um das gebrochene Ruder zu bewegen.
Ein paar Delphine schwimmen mehrere Minuten an unserer Seite. Alles wird gut verlaufen wenn wir nur rechtzeitig von diesem Schiff kommen, auf dem wir unsere Leben nicht selbst bestimmen können, was nicht leicht zu akzeptieren ist.
Zwei Stunden später gehen wir vor Anker und da erklären wir dem Kapitän, daß wir nicht bereit wären, auf dem Schiff weiterzufahren. Garbi schwimmt an Land, wo sie mit einem Indio ausmacht,  uns am nächsten Tag zu einer bewohnten Insel zu fahren. Seine Frau, redet und schreit dazwischen und will Garbi von der Insel jagen. Schwimmend bringen wir das Nötigste vom Schiff auf die Insel auf unseren Köpfen, um dort die Nacht zu verbringen. Seit 24 Stunden, die die Reise gedauert hatte, waren eine Banane und ein Tee das einzige, was wir zu uns genommen hatten.
Auf der Insel, wo uns der Begriff „Himmel und Hölle“ bewußt wird, verschlingen wir Butter und Tomaten mit Brot und ein sehr schmackhaftes Essen aus Nudeln, Kohl und Rosinen während wir unter Tränen die Ereignisse der letzten Stunden verarbeiten. Danach schlafen wir wie Murmeltiere bis zum nächsten Morgen. Wir warten auf ein Boot, dabei erzählen wir vorbeikommende Touristen auf ihren großen, sicheren Schiffen unsere Geschichte. Schließlich lädt uns ein Franzose auf sein Schiff ein, einem luxuriösen Katamaran,, Bip Bip.

Foto 3: von links nach rechts: Manu (Kapitän), Christophe, Remy (Touristen) und Erik (zweiter  Kapitän an Bord)

Von diesem Schiff aus erzählen wir die Geschichte. Wir hoffen,  wir sind jetzt in Sicherheit,  aber wer weiß, das Meer bringt oft Unverhofftes. Was wir aber bestätigen können zum Schluß der Geschichte (und wenn sie nicht gestorben sind, dann leben sie heute noch) ist, daß Remy, Christophe und Manu, zusammen mit der Hündin Lucky, uns sehr helfen, diese traurigen Erlebnisse hinter uns zu bringen in dieser sicheren Umgebung.
Wegen der Jahreszeit, Dezember, und der Verkehrssituation der Inseln San Blas, war es nicht möglich, ein anderes Schiff zu finden, das uns nach Kolumbien bringen könnte. So haben wir die Gelegenheit, sechs Nächte auf diesem Schiff zu verbringen. Der Zufall will es, daß Manus Frau, die sich um das Essen kümmert normalerweise, das Boot für einige Tage verlassen hat, um ihre Familie zu besuchen. Dadurch können wir die Großzügigkeit Manus in etwa wieder gut machen indem wir für alle kochen und in dem Erik die beiden Touristen zu Schnorcheltouren einlädt.

Foto 4: Heiligabend auf Sandy Island, wo wir die schönste Schnorcheltour unseres Leben hatten.

Wir sind zurück in Corté/Panama, nachdem wir Remy und Christophe verabschiedet hatten. Während Manu in Panama City ist, um Verpflegung zu holen sowie auch seine Frau, passen wir auf das Schiff auf und bereiten es für die nächsten Gäste vor.

Foto 5: Zwei Kunas in ihrem Boot nachdem sie uns 15 Langusten und zwei Krebse verkauft hatten fürs Abendbrot.

Nach mehr als einer Woche seit unsere Abfahrt von Portobelo, kommen wir zur Hauptstadt zurück, um nochmals zu versuchen von Panama nach Kolumbien zu kommen, diesmal mit dem Flugzeug. Wir wechseln von „volle Kraft voraus“ zurück zum kleinen Zahnrad. Das aber erst nach dem Flug.

Foto 6: Endlich genießen wir das Segeln und lernen etwas darüber zwischen diesen wunderschönen Inseln.

Foto 7: Boot mit zwei Kunafahnen. Eine ist ziemlich kurios, sie erinnert uns an …..

8 comentarios:

  1. queridos que vuestro camino continue iluminado

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    1. Gracias Sabine!!! Con lunas como la de anoche, esto va a continuar iluminado de lo lindo!
      Besos y abrazos para los dos!!

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  2. Vuestro relato me ha puesto los pelos de punta. Pero afortunadamente ya ha pasado todo y parece que con un final feliz. ¡Ojalá esta sea la peor experiencia de vuestro viaje! ¡Adelante txikitines! Besitos para los dos.
    Amatxu

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  3. Ayayay.....! Vaya aventura. En bici mejor que en barco. Un muxusmusikal para que os acompañe el camino.

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  4. otro muxikal para Peru (dentro de poco pasaremos por su país!), para David y para ti!!
    Desde luego que en bici mejor que en barco!!
    Ondo segi!!!
    Muxux

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  5. Cuídaros mucho amigos!!! Y mejor darle al pedal, como en el antiguo tour de Castrotierra, jejeje!! Un abrazo!

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  6. Gran aventura!! Cuídense mucho, les mando muchos abrazos desde Cancún.

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